1988
Se sienta
delante de la mesa-camilla. Prepara cuidadosamente su máquina de escribir,
coloca una hoja en blanco y empieza a escribir. Cualquier evento, por
insignificante que sea, es susceptible de ser protagonista de una de sus
poesías. Mañana es mi cumpleaños, cumplo 7 años, seguro que ese es el tema de
hoy.
Acabo de
llegar del colegio, entro como una exhalación hasta la cocina y rebusco en la
caja de las galletas de mi abuela, allí tengo preparado mi bollycao para la
merienda. Antes de abrir el plástico, salgo al patio. Hace frío, pero me gusta
saludar a los gatos, Misa y Merche. Misa fue el primero, le pusimos ese nombre
por la influencia de la iglesia de la Asunción en nuestras vidas, estaba
enfrente y siempre jugábamos por allí cuando hacía buen tiempo. Pero, ¿por qué
narices le pusimos al otro Merche si era un gato?
Vuelvo a
entrar y me siento en la mecedora a comerme mi bollycao. Enciendo la tele,
están echando Barrio Sésamo. “¡Abuelo, deja de hacer ruido! ¡No oigo la tele!”,
pero el que no me oye es él a mí, enfrascado en la escritura de su nuevo texto.
Hoy no tengo
clase de ballet, es viernes, porque en ese caso mi abuela ya tendría preparada
la bolsita de las horquillas en el baño para hacerme el moño. Me quedo con la
boca abierta viendo cómo esas manos arrugadas pueden moverse con tanta agilidad
y hacer un moño perfecto en cuestión de segundos. Hoy tendré que entretenerme
con alguna otra cosa hasta que nos recoja mi padre, aunque aquí es fácil. Hay
un montón de cachivaches. Y si no, me salgo al taller del tío Paco que él
enseguida nos encuentra algo qué hacer.
Mi abuelo me
llama, parece que quiere enseñarme lo que ha escrito, pero yo no le presto
mucha atención. Le toco con la palma de la mano su brillante calva, siempre me
ha fascinado que allí no haya ni un solo pelo. Además, mañana será su gran
momento. Celebramos el cumple en casa, mi madre se pasará la tarde cocinando y
me preparará la tarta de chocolate más rica del mundo, la de siempre. Vendrán
todos mis primos, lo mismo hasta nos disfrazamos. Y cuando llegue el final de
la cena, cuando estemos ya comiéndonos la tarta, el abuelo se levantará,
llamará nuestra atención, nos pedirá que nos acerquemos todos. Va a leernos una
poesía. Ese será su momento, nuestro momento.
2012
Hola estoy interesado en contactar con la autora de Diarios de la Guerra, que habla sobre Miranda de Ebro.
ResponderEliminarMi email: amhmiranda@yahoo.es
Un saludo Luis.