jueves, 21 de marzo de 2013

Tocado y hundido




El ferry atracó en el embarcadero de la isla de Djurgarden. Lars tiraba de su abuelo para llegar el primero a la cola que ya se empezaba a formar a la entrada del museo. Ni siquiera el parque de atracciones de Gröna Lund que asomaba por detrás del edificio distraía su atención.

-          Abuelo, abuelo, nos ha dicho la maestra que es un barco enorme y viejísimo, lleno de figuras.- El pequeño se movía de un lado para otro, nervioso.
-         Sí, Lars, creo que te gustará. ¿Qué más os ha contado la maestra?
-         Pues que se hundió porque estaba mal hecho y que murió mucha gente.- Los ojos del chico se entristecieron levemente.

Cuando cruzaron la puerta de acceso a la sala principal, la cara de Lars se iluminó de la emoción. El lugar era impresionante, hacía fresco y estaba bastante oscuro, tan solo unas tenues luces lo iluminaban. El grandioso barco presidía la estancia, construida expresamente para él. La madera era muy oscura, probablemente por los tratamientos para su conservación. Las estatuas y figuras se mantenían como el primer día. Parecía increíble que después de tantos años bajo las aguas hubieran podido rescatar aquella pieza histórica en tan buenas condiciones. 

-         Lars, ¿quieres saber qué pasó realmente con este barco?



Foto de Pablo en nuestra visita a Estocolmo
El 10 de agosto de 1628 el Vasa, uno de los buques de guerra más poderosos jamás construido, zarparía en su viaje inaugural desde el puerto de Estocolmo.

Gran parte de los 10.000 habitantes de la ciudad se agolpaba en la orilla para verlo en todo su esplendor. Cientos de esculturas, joyas y todo tipo de pomposos detalles hacían de aquel barco un palacio flotante. Se talaron un millar de robles y más de 400 artesanos, entre carpinteros, ensambladores, vidrieros y escultores, trabajaron durante años en su construcción. 

El rey Gustavo Adolfo II fue el encargado de presidir la ceremonia. Para tan solemne ocasión, se dispararon salvas de honor desde sus cañones. El barco zarpó del muelle. El viento era suave y la nave se deslizaba lentamente. De repente, una ráfaga de viento sopló con fuerza, escorando el buque hacia un lado bajo la atenta y sorprendida mirada de los espectadores que se habían reunido en el astillero de Skëppsgarden para el histórico acontecimiento. El barco logró corregir su posición y siguió firme hacia mar abierto. Cuando el peligro parecía haber desaparecido, una segunda ráfaga golpeó al Vasa en un costado. El agua comenzó a entrar por las compuertas abiertas de la hilera inferior de cañones. 

El hundimiento solo duró unos minutos, muy pocos para salvar a los 200 miembros de la tripulación que sentían cómo aquella mole de madera y metal se iba a pique. Tan sólo los hermanos Mattberg permanecieron tranquilos ante tamaña tragedia. 

Se rumoreaba que en aquel viaje inaugural se transportaría la espada de estado del Rey Gustavo Vasa, un tesoro de valor incalculable, y los seis hermanos llevaban meses diseñando un plan infalible para hacerse con ella. A través de un contacto en el Ayuntamiento, consiguieron sendos empleos a bordo de aquel buque sin igual. Mientras estuvo amarrado a los pies del castillo, ellos se ocuparon de cargar a bordo buena parte del armamento y provisiones necesarios para el viaje, así como los cientos de toneladas de lastre que en teoría tenían que mantener el barco en perfecto equilibrio. Lo que nadie podía sospechar era que aquella banda de criminales había calculado al milímetro la manera de colocar la carga para obligar al barco a irse al fondo del mar. 

Cada uno en su puesto esperó con ansiedad el momento del naufragio. Mientras el barco zarpaba y toda la tripulación se encontraba en cubierta, ellos camparon a sus anchas por las bodegas, localizaron el botín en una de las cámaras más profundas y lo cargaron en un bote salvavidas. Minutos después, mientras el gran Vasa zozobraba ante la mirada deshecha de la ciudad entera, los Mattberg desaparecían mar adentro con la valiosa espada descansando sobre los tablones del pequeño bote salvavidas.

-         Nunca supe con certeza qué había de verdad en esta historia, si los fallos en su construcción como dice la versión oficial fue lo que dejó al buque tocado y hundido o por el contrario el desastre estuvo calculado paso a paso por un banda de ladrones que salieron impunes. Pero lo cierto es que el Vasa, creado para dominar el Báltico, no consiguió salir del puerto y yació dormido a escasos metros de la orilla durante más de trescientos años.


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Relato con el que he participado un mes más en el taller de Literautas. No me ha quedado demasiado bien, pero la historia de este magnífico barco me impactó mucho cuando visitamos su museo en Estocolmo y me apetecía utilizarlo para contar este breve cuento que se debate entre realidad y ficción. 
Si quereis conocer más sobre nuestro viaje, podeis leer nuestro diario de los Fiordos Noruegos y Estocolmo. Y si os apetece ver algunas de las preciosas fotos que hicimos allí, podeis visitar el flickr de Pablo. Creo que os gustarán.

martes, 12 de marzo de 2013

Diario de guerra VI: la ansiada libertad



Eran las 10 de la mañana cuando entraba el tren en la estación de Madrid. Allí, junto a nuestros petates, tuvimos que sentarnos y esperar, ya que hasta las 11 de la noche, no salía el tren para Albacete. Estar en la estación fue entretenido pues había mucho movimiento de trenes, gran trajinar de gente, de empleados de la estación y contemplar la gran estación de Atocha muy diferente a las demás que habíamos visto anteriormente, aunque estaba muy deteriorada en particular el techo que estaban todos los cristales rotos a consecuencia de los bombardeos  de la aviación y la artillería.
Serían las 5 de la madrugada del día 12 de julio de 1939 cuando entrábamos en la estación de Albacete, punto y meta de nuestras esperanzas. Estuvimos allí todo el día en casa de mi tía Concha.  A las 6 de la tarde llegamos a Bormate en la Requenense y me esperaba mi madre, cosa natural, y la familia y amigos. La alegría más grande fue abrazar a mi madre, a la que tantas vences pensé no volver a ver. Mi amigo Diego siguió en el coche para su pueblo, la Recueja.
Después de estar varios días en el pueblo volví a marchar a Albacete a ver si me colocaba otra vez a trabajar en la imprenta donde estaba de aprendiz, o sea, en la imprenta de Albujer en la calle de Cristóbal Valera en el nº 11. Llegué y hablé con ellos y como hacía falta me quedé a trabajar.
Estuve en casa de mi tía más de tres meses hasta que un día encontramos casa en la Puerta de Murcia en el nº 7 con otras dos señoras que estaban empleadas en el Hospital Provincial. Ellas vivían en una habitación en el principal y nosotros abajo en otra habitación y cocina. El alquiler ascendía a 19 pesetas.
Por el año 1941 conocía a una chica que era peinadora y nos hicimos novios.

En 1943 me cambié de imprenta, o sea, a la de Enrique Ruiz en la calle Mayor 47, que era casi la más importante y moderna de Albacete.
Unos meses después nos trasladamos de vivienda a una casa de la calle San Sebastián al nº 13. Consta esta casa de una habitación amplia, un comedorcito pequeño y una cocina bastante grande y pequeño cuarto de retirar en el patio debajo de una escalera. Pagábamos 37 pesetas mensuales de alquiler. Es una casica muy arreglada para nosotros dos, o sea mi madre y yo.
En el 1944 por el mes de marzo da en quiebra la imprenta que yo estaba, o sea, Enrique Ruiz y se queda con la imprenta un señor llamado Ciriaco Panadero Serrano.
Mientras se hacen los trámites de traspaso transcurren dos semanas, en cuyo tiempo se cierra la imprenta y yo me voy a trabajar a la del “Albacete Religioso” en la calle del Marqués  de Molins en el nº 2. Transcurridas estas dos semanas paso a trabajar otra vez a la imprenta, de la calle Mayor ya con el nuevo nombre de “Gráficas Panadero”.
En diciembre de 1945 contraigo matrimonio con la chica que era peinadora y que conocí cuando vivía en el Puerta de Murcia y ella vivía en la calle Cornejo, nº 11. En la Iglesia de la Purísima Concepción el día 27 de diciembre a las 11 de la mañana se efectuó nuestro enlace matrimonial.
El 7 de abril del 1947 tenemos el primer hijo.




Diario de guerra I: Reclutamiento
Diario de guerra II: Toma de contacto
Diario de guerra III: En el fragor de la batalla

miércoles, 6 de marzo de 2013

El guardián invisible



Un basajaun es una criatura real, un homínido que mide unos dos metros y medio de alto, con anchas espaldas, una larga melena y bastante pelo por todo el cuerpo. Habita en los bosques, de los que forma parte y en los que actúa como entidad protectora. Según las leyendas, cuidan de que el equilibrio del bosque se mantenga intacto. Y aunque no se prodiga demasiado, solía ser amistoso con los humanos. Por la noche, mientras los pastores dormían, el basajaun vigilaba las ovejas desde la distancia y, si se acercaba el lobo, despertaba a los pastores con fuertes silbidos que componían todo un idioma y eran audibles a varios kilómetros de distancia. También solían avisarlos desde los cerros más altos cuando se aproximaba una tormenta, para que los pastores tuvieran tiempo de poner el rebaño a salvo en las cuevas cercanas. Y los pastores se lo agradecían dejando sobre una roca o en la entrada de una cueva algo de pan, queso, nueces o leche de las mismas ovejas, ya que el basajaun no come carne.






El guardián invisible”, de Dolores Redondo, es el último libro que he leído. Y me ha encantado. Una novela policiaca enclavada en un escenario de ensueño, el valle del Baztán, que se convierte en un personaje más de esta historia de asesinatos y entresijos familiares. Me la he leído en tres ratillos. Igual que me pasó hace unos meses con “El verano de los juguetes muertos”, de Toni Hill. Supongo que no serán grandes obras de la literatura, pero son novelas que me gustan, me entretienen y me enganchan. Me han recordado mucho a la saga de Camilla Lackberg, “La princesa de hielo”, “Las hijas del frío”, a la que también llevo años siguiendo.

En esta última, “El guardián invisible” además se mezclan historias de la mitología, como la supuesta presencia del basajaun, brujas y belagiles, que le dan un toque mágico a esta historia de asesinatos sin resolver.

Os la recomiendo, sin duda. Os dejo el enlace a la entrevista que le hicieron hace poco en Página 2 a la escritora.


Ainhoa Elizasu fue la segunda víctima del basajaun, aunque entonces la prensa todavía no lo llamaba así. Fue un poco más tarde cuando trascendió que alrededor de los cadáveres aparecían pelos de animal, restos de piel y rastros dudosamente humanos, unidos a una especie de fúnebre ceremonia de purificación. Una fuerza maligna, telúrica y ancestral parecía haber marcado los cuerpos de aquellas casi niñas con la ropa rasgada, el vello púbico rasurado y las manos dispuestas en actitud virginal.