Abrió el armario cuando ya era demasiado tarde para llegar a tiempo a la biblioteca. Quedaban
cinco minutos para el cierre y todavía tenía que encontrar alguna camisa bonita
que ponerse para su esperado encuentro. Para colmo, un largo hilo azulado
colgaba de uno de los ojales. Comenzó a estirar y cuando había sacado más de medio metro, alcanzó el cuchillo que tenía sobre la mesa y lo cortó. Pensó en buscar
su vieja caja de costuras y arreglarlo, pero ya no tenía edad ni vista
suficiente para enhebrar la aguja. Se abrochó todos los botones, se calzó sus
gastados zapatos marrones y salió decidida hacia el colegio. Ya no le quedaba
más remedio que esperar hasta la hora del recreo para ver a su querida nieta,
aunque fuese desde detrás de la verja del patio.
Cinco palabras
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