sábado, 7 de julio de 2012

El perfume


  Durante las vacaciones, he aprovechado para releer uno de mis libros preferidos, cayó en mis manos por primera vez hace ya muchos años: El perfume, de Patrick Süskind. 

  Es una historia impactante, las descripciones que hace el autor de los escenarios, la profunda miseria, la suciedad y los olores son muy intensas; pero sobre todo impacta el protagonista y su capacidad sobrehumana para percibir hasta los olores más imperceptibles. Para quien no lo haya leído (ni visto la película), la historia cuenta la vida de Jean Baptiste Grenouille, nacido en el suelo de un mercado, entre tripas y restos de pescado, y de cómo y porqué se convierte en un asesino. 

  “… y la combinación de estos elementos producía un perfume tan rico, tan equilibrado, tan fascinante, que todo cuanto Grenouille había olido hasta entonces en perfumes, todos los edificios odoríferos que había creado en su imaginación, se le antojaron de repente una mera insensatez. Centenares de miles de fragancias parecieron perder todo su valor ante esta fragancia determinada. Se trataba del principio supremo, del modelo según el cual debía clasificar todos los demás. Era la belleza pura.”

  En mi cabeza quedaron grabados algunos de los pasajes de esta historia, su nacimiento, cómo era capaz de saber qué había comido la vaca de la que procedía la leche que bebía, el asesinato de su primera víctima, cómo se acerca por primera vez al taller del perfumista Baldini… 

  Cuando huelo el aroma del café recién hecho a primera hora de la mañana, la fragancia del árbol del paraíso en primavera, o el familiar olor de mi casa cuando por fin abro la puerta después de un largo viaje, aun me acuerdo de este peculiar personaje, de cómo levanta la cabeza y mueve la nariz para atrapar los olores, y me sorprendo a mi misma haciendo lo mismo. Creo que todos llevamos un pequeño Grenouille dentro.

1 comentario:

  1. Me suelen gustar los relatos que describen con fuerza los entornos y sentimientos del personaje ( sin llegar al extremo de Ken Follet, que es un cansinaco). :)

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