domingo, 9 de marzo de 2014

Elefante de terciopelo





Una de esas rocas llamó poderosamente mi atención: tenía forma de elefante. Me aproximé a la orilla pero, entonces, comenzó a moverse. La piedra de curiosa forma era un elefante de verdad, uno pequeño, no más alto que yo. Bebía agua con su trompa, ajeno a mi presencia. En ese instante, me percaté de que no era el único, varios elefantes, jóvenes y adultos, se bañaban en el lago. Pensé que debía estar en algún lugar de… África?

El elefantito se sumergió en el lago, pero me sorprendió al hacer caso omiso a los suyos y acercarse a la orilla opuesta, donde yo me encontraba. Me pregunté si se dejaría tocar... Lentamente, acerqué mi mano. Parecía inofensivo, pero no quería asustarlo. Toqué su cabeza... y se dejó. Le acaricié con suavidad y el elefante salió despacio del agua.

Di unos pasos hacia atrás, porque no quería que me mojara, pero sorprendentemente en unos segundos estaba seco. Se acercó a mí de nuevo y con su cabezota buscó mi mano, para que le tocara. Se sentó a mi lado. Le gustaban mis arrumacos y quería más. Yo me senté también y seguí acariciándolo. Era gris, tenía el pelo muy corto y tremendamente suave, como el terciopelo. Le pasé la mano por la trompa, la parte inferior era blanca, y tenía un tacto diferente, parecía de goma. El animal pasaba su pata por encima de mis piernas, impidiendo que me fuera a ningún sitio, pero sin hacerme daño. Y así seguimos un buen rato…


… Y esto es lo que he soñado hoy.

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