El ferry atracó en el embarcadero de la isla de
Djurgarden. Lars tiraba de su abuelo para llegar el primero a la cola que ya se
empezaba a formar a la entrada del museo. Ni siquiera el parque de atracciones
de Gröna Lund que asomaba por detrás del edificio distraía su atención.
-
Abuelo, abuelo, nos ha dicho la maestra que es
un barco enorme y viejísimo, lleno de figuras.- El pequeño se movía de un lado
para otro, nervioso.
-
Sí,
Lars, creo que te gustará. ¿Qué más os ha contado la maestra?
-
Pues
que se hundió porque estaba mal hecho y que murió mucha gente.- Los ojos del
chico se entristecieron levemente.
Cuando cruzaron la puerta de acceso a la sala
principal, la cara de Lars se iluminó de la emoción. El lugar era
impresionante, hacía fresco y estaba bastante oscuro, tan solo unas tenues
luces lo iluminaban. El grandioso barco presidía la estancia, construida
expresamente para él. La madera era muy oscura, probablemente por los
tratamientos para su conservación. Las estatuas y figuras se mantenían como el
primer día. Parecía increíble que después de tantos años bajo las aguas
hubieran podido rescatar aquella pieza histórica en tan buenas condiciones.
-
Lars,
¿quieres saber qué pasó realmente con este barco?
Foto de Pablo en nuestra visita a Estocolmo |
El 10
de agosto de 1628 el Vasa, uno de los buques de guerra más poderosos jamás
construido, zarparía en su viaje inaugural desde el puerto de Estocolmo.
Gran
parte de los 10.000 habitantes de la ciudad se agolpaba en la orilla para verlo
en todo su esplendor. Cientos de esculturas, joyas y todo tipo de pomposos
detalles hacían de aquel barco un palacio flotante. Se talaron un millar de
robles y más de 400 artesanos, entre carpinteros, ensambladores, vidrieros y
escultores, trabajaron durante años en su construcción.
El
rey Gustavo Adolfo II fue el encargado de presidir la ceremonia. Para tan
solemne ocasión, se dispararon salvas de honor desde sus cañones. El barco
zarpó del muelle. El viento era suave y la nave se deslizaba lentamente. De
repente, una ráfaga de viento sopló con fuerza, escorando el buque hacia un
lado bajo la atenta y sorprendida mirada de los espectadores que se habían
reunido en el astillero de Skëppsgarden para el histórico acontecimiento. El
barco logró corregir su posición y siguió firme hacia mar abierto. Cuando el
peligro parecía haber desaparecido, una segunda ráfaga golpeó al Vasa en un
costado. El agua comenzó a entrar por las compuertas abiertas de la hilera
inferior de cañones.
El
hundimiento solo duró unos minutos, muy pocos para salvar a los 200 miembros de
la tripulación que sentían cómo aquella mole de madera y metal se iba a pique. Tan
sólo los hermanos Mattberg permanecieron tranquilos ante tamaña tragedia.
Se
rumoreaba que en aquel viaje inaugural se transportaría la espada de estado del
Rey Gustavo Vasa, un tesoro de valor incalculable, y los seis hermanos llevaban
meses diseñando un plan infalible para hacerse con ella. A través de un
contacto en el Ayuntamiento, consiguieron sendos empleos a bordo de aquel buque
sin igual. Mientras estuvo amarrado a los pies del castillo, ellos se ocuparon
de cargar a bordo buena parte del armamento y provisiones necesarios para el
viaje, así como los cientos de toneladas de lastre que en teoría tenían que
mantener el barco en perfecto equilibrio. Lo que nadie podía sospechar era que
aquella banda de criminales había calculado al milímetro la manera de colocar
la carga para obligar al barco a irse al fondo del mar.
Cada
uno en su puesto esperó con ansiedad el momento del naufragio. Mientras el
barco zarpaba y toda la tripulación se encontraba en cubierta, ellos camparon a
sus anchas por las bodegas, localizaron el botín en una de las cámaras más
profundas y lo cargaron en un bote salvavidas. Minutos después, mientras el
gran Vasa zozobraba ante la mirada deshecha de la ciudad entera, los Mattberg
desaparecían mar adentro con la valiosa espada descansando sobre los tablones
del pequeño bote salvavidas.
-
Nunca
supe con certeza qué había de verdad en esta historia, si los fallos en su
construcción como dice la versión oficial fue lo que dejó al buque tocado y
hundido o por el contrario el desastre estuvo calculado paso a paso por un
banda de ladrones que salieron impunes. Pero lo cierto es que el Vasa, creado
para dominar el Báltico, no consiguió salir del puerto y yació dormido a
escasos metros de la orilla durante más de trescientos años.
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Relato con el que he participado un mes más en el taller de Literautas. No me ha quedado demasiado bien, pero la historia de este magnífico barco me impactó mucho cuando visitamos su museo en Estocolmo y me apetecía utilizarlo para contar este breve cuento que se debate entre realidad y ficción.
Si quereis conocer más sobre nuestro viaje, podeis leer nuestro diario de los Fiordos Noruegos y Estocolmo. Y si os apetece ver algunas de las preciosas fotos que hicimos allí, podeis visitar el flickr de Pablo. Creo que os gustarán.
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