Viernes.
Un día normal y corriente. Blanca era la primera en llegar, como de costumbre.
Llevaba años trabajando en el teatro Escarlata como taquillera y era la
encargada de abrir sus puertas cada día. Daba unas cuantas luces, encendía la
calefacción y se metía en su pequeño cubículo para empezar con la venta de
entradas.
Aquel día
escuchó voces en la entrada y salió rápidamente al vestíbulo. Recordó en ese
momento las palabras de Rosa, su jefa, que siempre le insistía en que cerrara
la puerta cuando estuviera sola por si alguien se colaba en el teatro.
Un hombre
con aspecto desaliñado estaba plantado en medio del vestíbulo. Parecía
desorientado, como si no supiera cómo había llegado hasta allí.
-
Buenas tardes, caballero, ¿quería algo? –
Blanca le habló un poco alejada, no se atrevía a acercarse demasiado.
-
Ssssí… Quiero hablar con Juan Grissss… - dijo
el señor mientras se giraba hacia ella y dejaba al descubierto una botella de
vino barato que sujetaba con su mano derecha.
-
Señor, lo siento mucho, pero está cerrado. Le
pido que se marche.
-
¡Noooo! Quiero hablar con Juan Gris, ssssé que
trabaja aquíí… - el señor estaba bastante bebido, Blanca temía que se pusiera
agresivo.
-
Lo siento, caballero, pero aquí no trabaja
ningún Juan Gris. Le ruego que se vaya o tendré que llamar a la policía –
Blanca se tocó el bolsillo de la chaqueta para asegurarse de que llevaba su
teléfono encima.
-
Sssseñorita, quiero ver a Juan Gris y no me iré
a ningún sitio hasta que llegue.
Blanca sacó su teléfono del bolsillo y marcó el 091. El extraño
se puso nervioso.
-
Essstá bien, ssseñorita, me voy, lo esperaré
ahí fuera sentado en ese banco - El individuo se dio la vuelta y zarandeándose consiguió
salir a la calle. Blanca respiró aliviada y corrió hacia la puerta para echar
el cerrojo. Observó al borracho, que en su camino hacia el banco se distrajo
con unos viandantes y los siguió hasta que Blanca lo perdió de vista cuando
giró la esquina.
Unos
minutos más tarde, llegó su jefa y poco después aparecieron algunos de los
actores que intervenían en la función de la noche. Blanca tuvo que narrar
varias veces su pequeña aventura de la tarde. -Insistía e insistía en hablar
con Juan Gris, imaginaos. Menudo loco-. Blanca incluso se reía al recordar la
anécdota.
El resto
de la velada transcurrió con total normalidad. La función fue todo un éxito. Se
preveía un lleno para todo el fin de semana.
Sábado.
Blanca llegó como de costumbre la primera. Levantó la persiana, recogió el
periódico del suelo, cerró la puerta y pasó hasta el cuadro de luces para poner
en marcha el teatro. La tarde estuvo movidita, lo habitual para un sábado. Eran
las 8 pasadas cuando comenzaron a preocuparse. Nacho, el actor principal,
llegaba inusualmente tarde. Le llamaron a su móvil varias veces, pero no hubo
respuesta. Algunos de sus colegas comentaron que la noche anterior había estado
un poco callado, quizá estaba enfermo. Violeta, otra de las actrices, se acercó
a su casa que no estaba muy lejos de allí, pero volvió a los pocos minutos sin
noticia alguna.
Momentos
antes del comienzo de la función, la directora del teatro tomó la decisión de
suspender la actuación de aquella noche.
Domingo.
Blanca se despertó temprano, había sesión matinal. Llegó al teatro, levantó la
persiana, recogió el periódico del suelo y…. su cara se volvió pálida. En la
portada del periódico, una foto a toda página de Nacho.
(Pequeño relato con el que he participado en el taller de Literautas de este mes)
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