El viaje de Sierra Trapera a Liria duró tres
días y tres noches. Aquella misma noche ya todos descansamos y a eso de las 12
nos dieron la orden de partida. En unos camiones partimos de Liria y llegamos
al siguiente día al pueblo de Andilla. Este pueblo es de los últimos de la
provincia de Valencia, y en él permanecimos dos días bajo las sombras de los
grandes árboles de sus puertas.
El día 15 por la tarde a eso de las 4 partimos
para el frente que distaba unos 10 kilómetros al otro lado de las montañas que
formaban aquel valle tan extenso. Por senderos y atajos, descansando a
intervalos, íbamos escalando aquellas altas montañas, llegando a la cumbre a
las 12 de la noche. Descansamos por espacio de unas horas y transcurridas estas
seguimos la marcha, llegando sobre las 7 de la mañana a muy corta distancia del
frente.
Ese día fue el 16 de julio de 1938. Desde aquí
se oía ya algún tiro que otro. Cada cual descargó su equipaje y se fue haciendo
su refugio individual o colectivo para preservase de la aviación, que según
oímos casi todos los días hacía una presentación. Aquel día fue para nuestra
brigada de completa tranquilidad, pero al siguiente día, o sea, el 17, ya se
fueron colocando las compañías del cuarto batallón en los puntos y trincheras
destinadas a la defensa de aquellos terrenos.
Por la tarde al oscurecer, ya tomaron parte en
el combate algunas compañías del cuarto batallón en golpes de mano en las
trincheras. Casi toda la brigada a la que yo pertenecía, o sea, la 215, estaba
integrada por reclutas de los reemplazos del 1940 y 1941, apenas avezados en la
lucha. Durante toda la noche hubo golpes de mano de trinchera a trinchera.
El 18 por la mañana vino la aviación del lado
de los nacionales para continuar la ofensiva que venían realizando desde días
atrás. A una altura de unos 50 metros del suelo y haciendo un círculo con los
aviones alcanzaban un radio de acción bastante extenso. Nos bombardeaban
incesantemente y nos ametrallaban
mientras que a la vez nos atacaban con las armas de tierra.
Fue aquel día muy castigada nuestra brigada,
pero no se retrocedió apenas en aquellos momentos, aunque volvieron a insistir
con más ímpetu y atacaron con todas las armas y aviación más baja aún, no se
quitaba de encima, siempre ametrallando a ras de suelo. Era dueña y señora del
aire. Nosotros allí no teníamos aviación para repeler el ataque.
Entró el desconcierto y se hizo la retirada
desastrosa con la aviación siempre encima. Momentos después, las ametralladoras
nos alcanzaban y no había más remedio que morir o caer prisionero. Unos cayeron,
otros quedaban heridos y algunos, los menos, pudieron escapar con la muerte muy
cerca gracias a la suerte. Otros nos refugiamos en la retirada en un corralón
medio hundido que sirvió en otros días para guarecerse el ganado. En aquel
corral, cuyas paredes eran de piedra, rebotaban las balas que nos perseguían.
Allí estábamos unos 12 o 14 de diferentes grupos o compañías. De transmisiones éramos
3 o 4, no llevábamos fusiles. Algunos intentaron huir pero tuvieron que
volverse a los cuantos pasos porque las balas les seguían. Dos de aquellos
cayeron para siempre. Los demás que vimos aquel cuadro tan triste optamos por
quedarnos refugiados en las paredes del corral al abrigo de las balas que
seguían rebotando.
Durante todo el día tiroteaban nuestro refugio.
No podía uno asomarse apenas. Un soldado que momentos antes nos dijo que era de
la provincia de Ciudad Real ya casado y con dos hijos se asomó al exterior y
una bala le dio con tan mala suerte en el corazón, instantáneamente cayó sin
sentido al suelo.
Ya
se había puesto el sol cuando nos invitaron a rendirnos y que fuésemos con los
brazos en alto. A los que llevaban fusiles les dijeron que los dejasen. Estábamos
unos 15 o 20. La distancia que había del corral de paredes casi hundidas que
nos servía de refugio al lugar desde donde nos dijeron que nos rindiéramos era
de unos 200 metros, sobre una pequeña colina que tenían una ametralladora
instalada; andamos esa distancia con los brazos en alto. Momentos después,
éramos prisioneros.
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