domingo, 30 de diciembre de 2012

Diario de guerra II: Toma de contacto




Unos seis o siete días llevábamos en el Viso y una mañana haciendo instrucción en el patio del cuartel en que nos alojábamos se acercó a nuestro grupo un capitán y nos dijo que el que supiese leer y escribir bien que saliera de las filas.
Yo fui uno de los primeros en salir, suponiéndome que sería para alguna especialidad o destino, puesto que la infantería en la que me creía ya permanente no me agradaba. Grande fue mi alegría como para los demás que salimos de las filas al enterarnos poco después de que éramos destinados para transmisiones del cuarto batallón al que yo pertenecía. Como ya digo fue para mí aquel nuevo destino motivo de gran emoción, pues tenía algunas nociones de lo que era el cuerpo de transmisiones y como materia destacada sabía el alfabeto morse, punto fuerte y base de esta especialidad.
El 30 de mayo a las 2 de la tarde aproximadamente tuvimos orden de marchar, saliendo toda la brigada andando carretera adelante. Sabíamos que íbamos a tomar parte en el combate.
El día 31 de mayo a eso de las 3 de la tarde llegamos a unos 3 kilómetros del frente. Descansamos por espacio de unas 3 horas a las sombras de aquellos interminables matorrales que a la vez nos servían de camuflaje. Quedaba ya poco sol en el horizonte y a eso de las 6 de la tarde se puso en movimiento la brigada para empezar el ataque, precedido por 5 tanques oruga de pequeño tonelaje.
El cuarto batallón se quedaba a retaguardia como reserva. Yo seguía de enlace de la brigada. Los enlaces teníamos la misión de llevar los partes de la brigada a las compañías y por lo tanto seguíamos junto al mando de la misma.
A los primeros momentos del ataque, el mando de la brigada se situó a unos 2 kilómetros de la línea general del frente. El resto de la tarde fue dedicado por el mando a la preparación y despliegue de las compañías. La noche transcurrió con calma inesperada.

A la mañana siguiente, o sea el día primero de junio, a eso de las 7 de la mañana, empezó en toda su extensión el ataque con disparos de la artillería por nuestra parte. Desde donde nos hallábamos los enlaces y el mando de la brigada se oían perfectamente las detonaciones y las nubecillas de humo que levantaban las explosiones de la artillería se veían desde nuestro observatorio que era un grupo de chaparros o carrascas. Visto desde allí el ataque, daba la sensación que contemplábamos un complemento de guerra en cualquier cine de nuestras ciudades.

Unas horas después, el mando de la brigada se adentró más en la línea del frente. Algunos enlaces marcharon con el mando. El resto quedamos tendiendo una línea telefónica que comunicaría con el cuarto batallón que, como dije, quedó atrás. Durante todo el día hubo bastante actividad de todas las armas. Llegada la noche todo el frente se tranquilizó. 

Serían las 12 de la noche cuando recibimos una llamada telefónica, suponiéndonos que algo grave ocurría. Más no fue así, ya que la llamada era que el comisario pedía su chaqueta de cuero que por la tarde se había dejado olvidada donde quedamos el resto de los enlaces al servicio de aquel teléfono. La casualidad de ser yo el que había de ir a llevarle la cazadora, ya que los otros tenían servicio de guardia. No sabíamos donde se hallaba el puesto de mando, pero nos dijeron que el hilo del teléfono nos llevaría hasta él. Acto seguido, me puse en camino para cumplir la misión encomendada, cogiendo el hilo del teléfono con una y otra mano a ratos y dejándolo a intervalos, pues el roce del hilo molestaba en las manos. Algunas veces se me perdía y tenía que gatear y arrastrar los pies por el suelo hasta lograr encontrarlo. Así avanzando y guiado por el cable del teléfono pude llegar hasta el puesto de mando, instalado en las ruinas de un molino de piensos. Busqué al comisario y le hice entrega de su cazadora y seguidamente emprendí el regreso. Desde el derruido molino se veía la falda del cerro, reflejada por las llamas de unas hogueras encendidas en la oscuridad de la noche, viéndose además la silueta de algunos edificios del mencionado pueblo. 

Todo era calma a aquellas horas de la noche. Ni el más leve ruido se percibía de ninguno de los frentes. Más de pronto y cuando sólo había dado unos pasos, se oyó una fuerte explosión, seguida de otras y muchas más después de las diferentes armas.En aquellos momentos se apoderó de mí un intenso pánico, pues las balas silbaban muy cerca de mí o al menos así me parecía. Emprendí veloz carrera asido al hilo del teléfono y, cual no sería el pavor y aceleramiento que llevaba en mi alocada carrera que, sin darme cuenta, caí precipitadamente en una balsa, el agua y el barro me llegaban a la cintura. Grande fue la impresión que me produjo el inesperado baño más por conseguir el rápido abandono de aquel lugar de supuesta muerta, avancé como pude y gané la orilla de aquel pequeño lago. Busqué el hilo del teléfono que había abandonado en la fatal caída, hallándolo segundos después y lo más rápidamente posible emprendí veloz carrera hacia el lugar en que se hallaban los demás enlaces. A medida que ganaba terreno iban siendo menos perceptibles las detonaciones y ya un poco más tranquilo me sequé con el pañuelo dos gruesas lágrimas que resbalaban por mis mejillas y no pude por menos que romper a reír emocionado al pensar en aquella insignificante aventura que creí en aquellos momentos que se acercaba el final de mi existencia, aunque después consideré aquellos primeros roces bélicos como mi bautismo de guerra y el primer episodio de mi diario de batalla.
 



1 comentario:

  1. chulísimo el relato.. lo que tuvo que pasar el pobre abuelo y los que sufrieron aquello

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