Él la vio a lo lejos, no esperaba encontrársela tan
pronto.
Ella caminaba distraída, pensando en un millón de
cosas.
Él no dejaba de mirarla. Vestía una camisa negra, un
poco transparente, se intuía su cuerpo. No habría podido dejar de mirarla.
Ella levantó la cabeza levemente. Parpadeó hasta
tres veces, como si no pudiera creerlo. Allí estaba él, en medio de la calle,
parado, esperándola.
Él sonreía.
Ella sonreía.
Él estiró sus brazos, necesitaba tocarla.
Ella dejó lo que llevaba encima, todo cayó al suelo.
Se paró delante de él, se puso de puntillas y hundió la cara en su cuello,
llenando los pulmones con su olor para no volverlo a olvidar.
Él le dijo “Te quiero”.
Ella cerró los ojos y deseó que ese momento no
acabase nunca.
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