Como gran lectora que soy, siempre he considerado los comienzos como una de las
partes más importantes de las historias… no hay nada como una buena primera
frase o una primera página sorprendente para que te enganches a la lectura y no
puedas dejarla hasta el final.
En una conversación reciente con mi amigo Jorge, he recordado una novela que me
gustó mucho hace un par de años, “La soledad de los números primos”, y he
aprovechado para releerla. Es uno de esos casos en los que el primer capítulo
no te deja indiferente.
Alice della Rocca odiaba la escuela de
esquí. Odiaba tener que despertarse a las siete y media de la mañana incluso en
Navidad, y que mientras desayunaba su padre la mirase meciendo nerviosamente la
pierna por debajo de la mesa, como diciéndole que se diera prisa. Odiaba ponerse
los leotardos de lana, que le picaban en los muslos, y las manoplas, que le
impedían mover los dedos, y el casco, que le estrujaba la cara y tenía un
hierro que se le clavaba en la mandíbula, y aquellas botas, que siempre le iban
pequeñas y la hacían andar como un gorila.
Lo iba a poner entero, pero es un
poco largo. Mejor dejo el enlace para descargar el pdf con este primer capítulo.
Si no lo habeis leído, yo os lo recomiendo. La historia es sencilla y profunda
al mismo tiempo, me parece muy interesante cómo te sientes identificado con sus
dos jóvenes protagonistas en algunos momentos, situaciones ridículas,
vergonzosas, … Además, es cortito. Si no te gusta, no perderás mucho tiempo con
él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario