jueves, 6 de septiembre de 2012

Mi feria


  Durante los últimos días de agosto, se nota cómo los días se hacen más cortos, empieza a anochecer cada día unos minutos antes… a algunas personas, esto les produce tristeza, les da pena que acabe el verano. Para mi, no es más que el aviso de que la feria está a punto de comenzar.

  En estos días, no puedo evitar acordarme de mis abuelos que el día 7 de septiembre nos hacían levantarnos a mi hermano y a mi a las 6 de la mañana para ir a la calle de la Feria a poner las sillas para la cabalgata. Y lo que era casi peor, nos pasábamos todo el día dando paseos por allí para vigilar que nadie nos las robara. Yo siempre pensaba “¿¿Quién narices nos las va a quitar??” porque obviamente allí dejábamos sillas de plástico, sillas viejas… además, mi abuelo las ataba con una cuerda, con tales medidas de seguridad nadie podría llevárselas.
Para colmo, llegado el momento de la cabalgata, a nuestro “reservado” venía toda la familia y, por supuesto, nosotros, los cuidadores de las dichosas sillas, nos teníamos que sentar en el bordillo o quedarnos de pie para que los mayores pudieran disfrutar de los mejores asientos :)

  También recuerdo la alegría con la que disfrutábamos del paseo de la feria, eligiendo escrupulosamente la atracción en la que nos montaríamos ese día, porque antes los niños sólo podíamos subir a una cosa cada día.

  Mi padre nos daba a mi hermano  y a mi 20 monedas de 200 pesetas a cada uno que iba guardando durante todo el año en una hucha. Nos hacían los ojos chiribitas, no habíamos visto tanto dinero junto en la vida. Las gastábamos con cuidado, para que no se acabaran antes de tiempo… Dichosos aquellos años en que pasabas la feria con 4000 peseta. Os imaginais pasar una feria ahora con 24 euros????

  Siendo ya más mayorcica, la idea de la feria cambió. Pasaban ferias enteras sin subir a una sola atracción o andar por el paseo. Nuestra feria era el Ateneo, la carpa rock y los arcos de los redondeles y de ahí no salíamos. Cuántas veces veíamos amanecer sentados en algún banco esperando a que abrieran alguna churrería para ir a desayunar. Ahora veo el amanecer cuando me levanto para ir a trabajar y me sonrío desde el coche cuando me cruzo con los chavales, borrachines, abrazados a algún semáforo o descansando en un confortable portal en el camino de vuelta a casa.

  Me gusta la feria, a pesar del dolor de pies, de las largas colas para comprarte un bocata a 4 euros para comértelo de pie mientras la gente te empuja, el olor a pis en los alrededores, … Supongo que será porque he tenido buenos maestros, mis padres, que creo que este año ya les dan la llave de la feria. No perdonan ni un día, desde el 7 hasta el 17, salen a darse una vuelta con sus inseparables amigos, Marillanos y el Fontanero, a tomarse unas morcillas y chorizos en la Nieves, una sidra con miguelitos o una panocha ya volviendo a casa. Incluso el día que llueve (porque en feria siempre llueve un día) que todo el mundo aprovecha para descansar, ellos se ponen una rebequica y hacen la visita de rigor.

  Ya está aquí, disfrutemos de la feria!!



A mis padres

No hay comentarios:

Publicar un comentario