El cielo amenazaba con descargar una tromba de agua
y el vendaval se empeñaba en enredar su larga melena. Ella, desnuda y húmeda,
sólo podía pensar en escapar. Se sentía tan sola, a pesar de estar acompañada de
decenas como ella. Se sabía atrapada en un cuerpo de bronce, alzada sobre un
pedestal. El parque, lleno de vida, se había convertido en su prisión. Miró
hacia atrás dando un paso hacia delante y, en ese instante, tomó una decisión:
nunca dejaría de intentarlo.
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