miércoles, 10 de julio de 2013

Llegada a la Selva Negra



Salimos del aeropuerto de Alicante rumbo a Karlsruhe-Baden Baden. Siempre que sales de viaje, te surgen anécdotas y la primera de éste nos ocurrió nada más subir al avión. La murciana más choni del pasaje se nos sienta al lado, una pseudo-AmyWinehouse, que lleva por lo menos 10 prendas de ropa puestas, una encima de la otra, y no se calla en todo el viaje. La primera en la frente…

Llegamos justo a la hora prevista, la maleta sale rápido por la cinta transportadora y salimos de la terminal. Es un aeropuerto muy pequeño y nos encontramos de frente con el mostrador de Hertz, compañía con la que hemos contratado el alquiler del coche. Nos dan un Corsa reluciente, tiene 5000 kms y emprendemos marcha hacia Gengenbach, donde hemos reservado el alojamiento para toda la semana. Aunque la carretera está en obras y según la señalización no acabarán hasta 2014, en menos de una hora, llegamos a Cornelia Roser. Es una bodega, los propietarios tienen varios edificios juntos y alquilan habitaciones y apartamentos. Por internet, tenían una pinta estupenda. Y no nos ha decepcionado. El apartamento está impecable, todo limpísimo y perfectamente colocado. Nos recibe la dueña, Cornelia, pero no habla ni papa de inglés y, aunque nosotros tampoco hablamos alemán, nos entendemos con ella como podemos. Dejamos las maletas y nos vamos dando un paseo al pueblo. No tardamos ni diez minutos y además recorremos un bonito parque perfectamente cuidado, incluso hay animales, cabras, conejos, patos, ... es como un minizoo público, muy curioso. 

Nos adentramos en Gengenbach, está anocheciendo y tenemos hambre. Llevamos 2 sandwiches en la mochila que hemos traído por si acaso. Hemos leído que los horarios aquí son muy diferentes a los españoles y que a ciertas horas no encuentras ningún sitio para cenar. Nos quedamos con la boca abierta cuando llegamos al centro del pueblo, es precioso, parece sacado de un cuento. Casas de madera con fachadas muy cuidadas, calles adoquinadas, pequeños canales por donde discurre el agua, ... una maravilla. Habíamos leído que era un pueblo bonito, pero aún así nos sorprende. Damos una vuelta por la plaza principal y encontramos una pizzería que nos invita a sentarnos. Se llama Rialto, tiene unas cuantas mesas en la calle, en un rincón ideal y hay bastante gente, por lo que preguntamos si todavía se puede cenar y nos sentamos en la única mesa libre que queda. Nos tomamos nuestras 2 primeras cervezas alemanas de verdad, riquísimas las dos. La cena (una ensalada, una pizza y las 2 cervezas) nos salen por 24 euros, más barato que en nuestra ciudad, por lo que nos proponemos venir todos los días, jajajajaja. Echamos un vistazo por las calles de alrededor y volvemos a nuestra bodega, bajando un poco la cena durante el paseo. 






Vacaciones a la vista: preparativos
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