La vida de Marga era su jardín. Y sus
mariposas. Le gustaba ponerles nombre. Eran su juguete, su única compañía y sus
confidentes.
Recolectando frutos del tejo centenario, escuchó en la radio la sintonía del noticiero:
—Acabamos de conocer la muerte de Sonia
Pina, vecina del Valle. Hallada ayer en su vivienda, todo apunta a un nuevo
caso de intoxicación alimentaria...
Una mariposa se posó a escasos centímetros de ella.
Una mariposa se posó a escasos centímetros de ella.
—Ya tengo nombre para ti: Sonia.
Marga llenó la cesta con las tóxicas
semillas. Necesitaba más zumo para un nuevo vecino. Quedaban muchas mariposas a
las que dar un nombre.
He cogido prestada la foto de Flickr |
interesantísimo!! Me gustan tus relatos breves...
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