Después de 835 kms y unas 8 horas de viaje, llegamos
a Lisboa sobre las 17.30h (16.30 hora local) atravesando el puente del 25 de
abril. En pocos minutos y guiados por el gps, llegamos a nuestro alojamiento,
Casa de Santos, y aparcamos el coche en la calle, de momento. Es domingo y la
zona azul es gratuita.
Llegamos al edificio que hace de recepción de
nuestro alojamiento, en la Rua da Boavista, y en unos minutos nos atiende una
chica super amable. Nos entrega las llaves, pagamos y nos acompaña a la calle,
ya que el apartamento está en otro edificio, en una callejuela paralela a ésta.
Por el camino, nos va contando las cosas que no nos podemos perder y nos
explica dónde podemos aparcar.
Llegamos a la plaza de Luis Camoes. Hay muchísima
gente por todas partes. La cruzamos y continuamos por Rua do Carmo, una calle
comercial atestada de gente, hasta llegar a la plaza de Cossio, el centro
neurálgico de la ciudad. Damos una vuelta, hacemos algunas fotos y continuamos
hacia la plaza de Restauradores.
Como se acerca la hora de cenar, decidimos callejear
un poco hasta encontrar la Cervejeria Trindade, de la que hemos oído hablar en
el foro. Hay algo de cola pero decidimos esperar y no tardan ni 5 minutos en
atendernos. Esperábamos una cervecería para tapear, pero es un restaurante en
toda regla, donde el plato estrella es el marisco. Como a nosotros no nos
entusiasma el marisco, pedimos 2 platos de pescado: bacalao a bras y lubina a
la brasa; el primero riquísimo, el segundo poco hecho y un poco decepcionante.
Con 2 buenas cervezas y una tapa de croquetas, la cuenta asciende a 38 euros.
Volvemos hacia el apartamento callejeando de nuevo,
en busca de los famosos pasteles de nata y encontramos un sitio en la plaza de
Luis Camoes, Manteigaria, donde sólo sirven estos pastelillos. Además, puedes
ver cómo los preparan allí mismo. No podemos esperar más para probarlos y nos
pedimos 2. Están aún calientes. Espectaculares.
Bajamos por la empinada calle del elevador de Bica,
que a estas horas ya está parado y, sin querer, nos encontramos con el mirador
de la Rua Catarina. Continuando esta misma calle, llegamos a nuestro
apartamento y nos vamos a descansar.
A la mañana siguiente, nos levantamos pronto, desayunamos y salimos dando
un paseo hasta la plaza de Comercio, con intención de coger allí el tranvía que
nos lleve al barrio de Belem. Es una pequeña odisea, porque una vez localizada
la parada, nos damos cuenta de que tenemos que comprar el bono de transporte en
la estación de metro más cercana, no en el tranvía, y nos cuesta varias vueltas
encontrarla. Al final, resulta estar en la misma plaza, oculta tras una especie
de carpa-escenario que hay montada en un lateral de la plaza. Compramos el bono
transporte de 24 horas y volvemos a la parada del tranvía 15. Enseguida llega y
tras unos 15 o 20 minutos de viaje llegamos a Belem. El tranvía nos deja justo
en la puerta del Monasterio de los Jerónimos, pero al llegar nos informan de
que, además de ser lunes, es festivo por lo que está cerrado y no se puede
visitar por dentro. Sólo podemos pasar a la iglesia silenciosamente mientras se
celebra la misa.
Monumento a los descubrimientos |
Nada más salir del jardín, está la parada de tranvía
que nos lleva de vuelta al centro. Nos sorprende que justo enfrente está la
pastelería famosa por hacer los pastelillos de Belem y hay una cola enorme para
comprarlos.
De vuelta en la plaza de Comercio, subimos por la
Rua Augusta, calle muy comercial y a estas horas llena de gente, para llegar a
la Plaza da Figueira, donde queremos coger el tranvía 28 que nos lleve a la
zona alta de la ciudad. Ante la imposibilidad de encontrar éste, nos parece
buena opción coger el 12 y nos subimos sin pensarlo. Efectivamente, el viejo
tranvía nos sube por unas calles estrechas y empinadísimas a la zona del
castillo y nos bajamos para buscar el Chapito, bar recomendado por el foro y en
el que queremos comer. Recorremos buena parte de la Costa do Castelo, desde la
que se contemplan preciosas vistas de la ciudad, hasta que lo encontramos. Es
un lugar peculiar, como un patio ubicado en la colina con preciosas vistas al
río. Nos sientan en un rincón muy bonito. La comida está muy rica y bien de
precio: tomamos unas patatas fritas (realmente son las cortezas de las patatas
fritas, nunca lo habíamos visto, pero están buenas), una ensalada y una
hamburguesa + unas cañas, todo por 31 euros. Lo peor: el servicio. Las
camareras son un poco secas.
Tras llenar el buche, que ya era hora, decidimos
visitar el castillo, que está bastante cerca aunque hay que subir aún una buena
cuesta. La visita merece la pena por las espectaculares vistas y la subida a
las almenas, que te permite observar la ciudad desde todos los ángulos.
Bajamos dando un paseo por las empinadas calles. Nos
topamos con el mirador de Santa Lucía, con bonitas vistas al río y al barrio de
Alfama, y la Sé, la catedral de Lisboa. Una vez abajo, vemos parado el famoso
tranvía 28 y nos subimos junto a un montón de gente para dar una vuelta en él.
Aunque tenemos mala suerte, porque va ya de vuelta y nos lleva por la parte
menos bonita de la ciudad. Como estamos ya muy cansados y nos acercamos a la
zona de nuestro apartamento, decidimos bajarnos e irnos a descansar. Mañana será otro día.
Lisboa desde la colina |
Lisboa
Sintra
Oporto
Oporto, un día más
Conclusiones
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