Tenía 6 años cuando todo ocurrió. Eran las
primeras vacaciones de mi vida. Mis padres nunca salían a ningún sitio, no iban
de viaje ni salían a cenar los sábados por la noche. Mi padre trabajaba sin
descanso y mi madre se ocupaba de la casa como la mayoría de las madres en
aquella época. Y no solían permitirse ningún capricho.
Aquel año papá decidió que iríamos a pasar
unos días en la playa. Yo era la menor de dos hermanas. Paula, la mayor, tenía
8 años.
Llegamos sobre las 10 de la mañana de un
caluroso sábado de julio. Mi madre nos había hecho madrugar para no viajar con
el calor del mediodía. Enseguida convencimos a mi padre para dar una vuelta por
la playa, aunque tampoco hizo falta mucha insistencia. Parecía que a él también
le apetecía pisar la arena templada con sus pies descalzos.
- Vamos, nena, ven con nosotros- papá
cogió a mamá de la mano para que nos acompañara. Ella ya estaba manos a la
obra, deshaciendo el equipaje. - Deja eso para luego y ven.
Los cuatro tomamos la calle que llegaba hasta
el paseo marítimo. Nosotras corríamos de un lado para otro aunque sin
separarnos a mucha distancia de nuestros padres. Por fin, al girar una esquina,
apareció la playa ante nosotros. Yo nunca había visto el mar. Estoy segura de
que mis pequeños ojos pardos se abrieron como nunca antes lo habían hecho.
Nos descalzamos nada más tocar la arena.
Yo me quité las sandalias y me olvidé de ellas, tenía otras cosas en las que
pensar. Mi madre se encargó de ir recogiendo todo lo que íbamos dejando a
nuestro paso. Paula me seguía a buen ritmo. Corrimos una detrás de la otra
hasta la orilla. En cuanto el agua tocó nuestros pequeños pies, retrocedimos
sobre nuestros pasos. Estaba fría y daba mucha impresión. Reímos, saltamos,
salpicamos, gritamos. Vestíamos sendas camisolas de algodón de llamativos
colores y ya las llevabamos mojadas hasta la cintura. Nuestros padres nos
observaban unos metros más atrás con una sonrisa en sus caras y el corazón
lleno de júbilo.
A esas horas, ya empezaba a amontonarse la
gente. Varias familias iban llegando a la orilla, colocaban sus sombrillas,
hamacas y toallas, construyendo una especie de campamento para todo un
día.
Yo estaba tan contenta… jugaba en la
orilla con un rastrillo. Con las prisas, era lo único que habíamos cogido. Pero
no necesitaba mucho más. Me di la vuelta para enseñarle a mi hermana la muralla
que había construído antes de que la siguiente ola acabase con ella. Pero Paula
no estaba allí. Me giré hacia el lugar donde se encontraban mis padres. Un par
de sombrillas, neveras y mesas se interponían en mi campo de visión. Abandoné
mi muralla y me dirigí hacia ellos.
- ¿Dónde está Paula, cariño?- me preguntó
mi madre mientras me secaba el cuerpo con una toalla.
- No sé, mamá- yo estaba incómoda, tenía
arena hasta dentro del bañador.
- ¡Cómo que no lo sabes! ¡Hace un momento
estaba contigo!- mamá se levantó como un resorte y corrió hacia la orilla
gritando.
- Eva, ¿dónde está tu hermana? ¿La has
visto meterse en el agua? ¿O ir hacia algún sitio? - Ahora era mi padre el que
me miraba fijamente y me sujetaba por los brazos.
- No lo sé, papá. Estábamos haciendo una
muralla y, cuando me he dado la vuelta, ya no estaba allí.- Intentaba contener
las lágrimas. Cuando mi padre me gritaba, automáticamente me ponía a hacer
pucheros.
Mis padres gritaron llamando a Paula,
preguntaron a cada una de las personas que estaban a 50 metros a la redonda,
hablaron con el socorrista más cercano. Mi hermana no aparecía. Hacía tan solo
unos minutos que jugaba feliz en la orilla y era como si se hubiera vuelto
invisible. Con la ayuda del socorrista, se pusieron en contacto con la policía,
que enseguida se acercó al lugar donde nos encontrabamos.
- No se preocupen. Una niña pequeña no
puede ir muy lejos sola. La encontraremos.- Las palabras de los policías
sonaban tranquilizadoras, pero mis padres, muy lejos de tranquilizarse, estaban
más nerviosos por momentos.
- No sé cómo ha podido pasar. Estábamos
vigilándolas a pocos metros. Tan solo han sido unos segundos que nos hemos
distraído y ha desaparecido.- Mamá ya no pudo contener la tensión y comenzó a
llorar desesperada.
Llegó la tarde y Paula seguía sin
aparecer. La policía había montado un dispositivo de búsqueda por los
alrededores. Yo no me había separado del lado de mis padres ni por un segundo.
Mi madre me agarraba de la mano, en algunos momentos, tan fuerte que hasta me
hacía daño.
Serían las ocho de la tarde cuando la
policía pidió a mis padres que se acercaran a comisaría. Tratarían de
recomponer los hechos, examinar paso a paso qué habían hecho hasta el momento
de la desaparición e intentar encontrar alguna pista que les ayudase en su
búsqueda. El sol comenzaba a ponerse por el oeste. En poco más de una hora la
noche reduciría las posibilidades de encontrarla. La preocupación y el cansancio
empezaban a hacer mella en todos nosotros. Atravesábamos una zona residencial a
pocas manzanas de la comisaría, cuando vi salir a una niña del porche de uno de
los chalets. La niña iba impecable, recién bañada, con un vestido blanco,
corto, y el pelo todavía húmedo recogido en una coleta. Iba de la mano de una
señora. Ésta era alta, corpulenta, también iba muy arreglada, con una falda
marrón y tacones altos. Mi expresión debió de cambiar por completo en aquel
instante. ¡Era Paula! Esa no era su ropa, ni conocía de nada a aquella señora
que la acompañaba, pero aquella, sin lugar a dudas, era mi hermana mayor.
- ¡Mamá, es Paula! ¡Es Paula!
Mis padres no presentaron cargos contra la
señora. Cuando pidieron una explicación, la señora se apresuró a contarles que
había encontrado a la niña sola por la playa, desorientada, no sabía dónde se
alojaba ni cómo encontrar a sus padres. Ella la había llevado a casa, la había
aseado y se dirigía a comisaría para pedir ayuda a la policía. Nunca creyeron
las palabras de la señora, más bien parecía que se la había llevado,
"disfrazado" y no tenía intención en absoluto de buscar a su familia…
pero tal fue la alegría de recuperarla que decidieron que nos fuésemos de allí
cuanto antes y olvidar aquel terrible suceso. Ni siquiera hicimos noche en el
apartamento, enseguida cogimos todas nuestras cosas y volvimos a casa sin más
demoras.
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